Las Barras Bravas ostentan poder político, especialmente en Argentina, debido a los estrechos vínculos que se tejen entre estas y los directivos y gestores de los clubes que apoyan. Los directivos no quieren granjearse como enemigos a estos grupos de aficionados. El temor a posibles represalias tanto personales como contra sus proyectos empresariales condicionan las decisiones y modos de proceder de los gestores de los clubes en Argentina.
Las concesiones a las Barras Bravas son habituales, frecuentes y son un elemento de intercambio. Capacidad económica para sustentar a las Barras Bravas a cambio de cierta estabilidad institucional. Así, en los estadios argentinos se puede ver cómo los focos de actividad económica de un día de partido están muy controlados por estos grupos de aficionados.
Sin embargo, el origen de las Barras Bravas está en la pasión que el fútbol desata en Argentina en el seno de las clases sociales más humildes. El paso del tiempo y los vaivenes políticos en el país sudamericano, la creciente desigualdad y el ejercicio de la violencia, así como el mirar para otro lado de los poderes públicos, han terminado por enraizar aún más un problema de difícil solución.
Un buen ejemplo de cómo funcionan, se financian, sus integrantes y las acciones que llevan a cabo estos grupos de aficionados lo podemos ver en este documental de Jon Sistiaga Con las Barras Bravas
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